El restaurante Posada de la Villa, la fachada de la Posada de la Villa ha sido testigo a lo largo de los siglos de la evolución del Madrid más castizo.
Al resguardo de las murallas árabes, el local data de 1642, cuando empezó a funcionar como casa de huéspedes.
En la pintoresca Cava Baja de la zona de La Latina, este tradicional restaurante cuenta con uno de los hornos de leña, presidiendo su entrada, más queridos de la ciudad por los corderos que salen de sus brasas de madera de encina, así como el típico cocido madrileño cocinado con la lumbre muy baja en puchero de barro.
Los callos a la madrileña, los caracoles y la pepitoria de gallina amplían el apartado de sus especialidades, que tienen el perfecto punto y final en sus postres de elaboración casera, como los bartolillos, las milhojas y la leche frita.
Una considerable bodega y una amplia selección de vitolas en su carta de puros completan una de las ofertas gastronómicas más singulares de Madrid.